El Urbanito

Para Meredith y Pedro:

La realidad es una medida de la persistencia de nuestros sueños. Cuando las cosas no suceden de acuerdo a nuestros deseos no debemos echarle la culpa a la mala suerte ni a los designios divinos; simplemente debemos pensar en que no pusimos en nuestros sueños la pasión y energía necesarias.

Me considero en esencia un soñador. Desde la pequeña casa que habitábamos en Magdalena aprendimos gracias a los libros, la música y a las historias que nos brindaron nuestros padres a elaborar planes sin límites. No hablo de sueños de millones, imperios o hazañas imposibles, esos tipos de sueños cuando se realizan saben durar poco y angustian demasiado. Lo nuestro pasaba por entender las letras de nuestras canciones, hacer un viaje interminable en auto, ser invitados a una fiesta o ganar el partido del fútbol del domingo. Con los años los objetivos variaron y pensábamos en cruzar horizontes, atravesar océanos y trasponer el pequeño mundo en el que crecimos.

En ese accidentado camino Pedro fue un compañero de ruta infaltable. Al ser el hermano menor era una suerte de responsabilidad compartida y yo decidí que este trabajo tenía que ser divertido. Partidos de fútbol, conciertos, fiestas, reuniones y muchos eventos donde yo lo llevaba para que adquiriese experiencia, para que entienda mejor el mundo…y para que mis amigas me quieran más por tener un hermano tan adorable. Yo le traté de enseñar mi mundo a Pedro y terminé comprendiendo mas adelante que tenía que aprender muchas cosas de él.

Cuando el decidió partir a España todos soplamos las velas de ese sueño que el estaba empezando y que no sabía adonde lo podía llevar. Cuando años más tarde nos volvimos a reencontrar los papeles se habían invertido; mi rumbo andaba a la deriva y el suyo, aunque algo incierto, sirvió de apoyo para poder tratar de cumplir mis metas. Hoy debo reconocer que mi capacidad de seguir fabricando sueños se ha mantenido intacta gracias a la alegría, el cariño y optimismo que Pedro me ha transmitido en estos años complicados que he debido atravesar. Y creo que a la larga muchos de ustedes comparten en este momento la misma percepción que yo tengo sobre mi hermano: alguien en quien uno puede apoyarse en una época donde la palabra confianza es tan solo un recuerdo.

Yo quería que ustedes conozcan esta tarde de donde le viene a Pedro esa afición por imaginar planes, viajes y escenarios felices. Una costumbre familiar que el ha sabido perfeccionar y ha transformado en este grupo de gente que lo quiere y lo sabe feliz al lado de Meredith. Y ya que hablo de ella, de mi cuñada, debo compartir con ustedes lo que le dije a Pedro hace tres años en una calle lluviosa de Madrid luego de una espléndida cena en el Paraguas a la que fuimos invitados por Rafa, si la memoria no me falla. “No la dejes ir, ella es” le dije con total y absoluto convencimiento.

Porque deben saber ustedes también que siempre he anhelado el tener una cuñada como Meredith. Una persona equilibrada, sensata y entrañable que pudiese traer un aire nuevo a una familia algo alocada y disfuncional.

Empezarán a entender entonces todos ustedes que esta es una de esas noches raras donde cumplimos varios sueños a la vez. Los sueños de recorrer el mundo, de ver felices a los nuestros, de tener cerca a los amigos que nos quieren y a las personas que nos aman. El sueño de Pedro, de tener a su lado a una persona que lo entienda, que lo ame…y que le ordene un poco el cuarto.

Una maravillosa noche donde después de un largo camino puedo considerar cumplidos dos sueños personales: el ver feliz a mi hermano y el tener por fin a una cuñada. Salud por eso, por ustedes y con todos ustedes.