
Con Michael en Minsk
Hay imágenes que siempre vuelven a nosotros en algun momento de nuestras vidas. Momentos especiales que nos causaron alguna impresión fuerte y que al margen de lo agradable o desagradable de la coyuntura no podremos olvidar jamás.
Yo tengo varios de esos momentos muy bien guardados. Es natural que privilegie los momentos agradables y las sensaciones novedosas a las impresiones desagradables. Aunque claro, recordar estas últimas es lo que a la larga nos previene de nuevos peligros, errores repetidos o ingenuas meteduras de pata. Sobretodo cuando nos encontramos ad-portas de finalizar los “dirty-thirties” y nuestra experiencia se convierte en uno de los mayores activos que atesoramos.
Una de las experiencias más notables (en realidad es una suma de acontecimientos de toda laya que me ocurrieron a lo largo de casi un año) la constituyó mi estadía de 10 meses en Rusia. Un viaje inesperado que me cayó como pedrada en ojo de tuerto para escapar de un divorcio tortuoso (y eso que no teníamos hijos!) que me estaba alterando demasiado. Me hicieron una propuesta para trabajar 10 meses allá administrando un contrato bastante complejo e iba a tener completa autonomía de fondos y de decisiones para trabajar con total tranquilidad. Mi contraparte iba a ser un grupo de oficiales y suboficiales peruanos de la FAP que se encontraban recibiendo un curso de instrucción que duraba 5 meses al cabo de los cuales este regresaba a Lima y llegaba uno nuevo para quedarse 5 meses más. Allí si, todos de regreso a casa. Mi trabajo iba a ser muy activo, debía coordinar cursos teóricos, cursos prácticos, horas de vuelo, cuestiones de alimentación y hospedaje, algunos aspectos técnicos etc.etc. Nada que parecía del otro jueves aunque el tiempo se encargo de demostrarme que en Rusia…todo es relativo.
Un 21 de Agosto de 1996 llegué a Minsk, capital de la república de Bielorrusia, primera pascana de mi periplo por Rusia y sus ex - repúblicas soviéticas. Pueblo sufrido –que los hay- y que ha soportado a lo largo de su historia las guerras napoleonicas, la opresión de Polonia, la Rusia zarista, la revolución bolchevique ,la destrucción nazi , la locura de Stalin, un penoso proceso de independencia de la ex – URSS y toda la contaminación del accidente de Chernobyl. Como si estas credenciales de calvario no fuesen suficiente, hace más de diez años (ya era presidente cuando estuve allá) soporta a un dictador apellidado Lukashenko y que esta más loco que Mario Poggi con dos correas en la mano. Gente muy buena la bielorrusa, cuna de poetas, artistas y mujeres hermosísimas. Y hago el énfasis en este último aspecto pues mujeres hermosas hay en todo el mundo pero abundancia de estas hay solo en tres lugares: Colombia (especialmente en Medellín), Québec y Rusia. Pasear por cualquier calle de Moscú, Kiev o Minsk en una tarde de verano es una verdadera fiesta para el ojo y la imaginación masculinos. En todo caso eso merece ser materia de otro post.
Llegué luego de un largo viaje y me instalé en uno de los dos departamentos que tenía para escoger. Amplio, con buena vista, céntricamente ubicado y con un moderno supermercado en el primer piso. Mejor, imposible. Desempaqué, ordené mi ropa y pertenencias diversas y me preparé para el siguiente día de trabajo en Baranovichi, ciudad ubicada a hora y media de camino de la ciudad y en donde se encontraba el grupo de trabajo de la FAP.
El encargado de movilizarme, hacer de guardaespaldas y traductor en todo el tiempo era Igor. Había servido como soldado en Alemania Oriental y allí había aprendido muy bien el alemán. Era curioso ver a un peruano hablándole en alemán a un bielorruso quien a su vez traducía a su idioma natal lo que yo quería decir. Padre de dos niñas preciosas y persona muy honesta y leal, Igor fue de fundamental importancia durante toda mi estadía. Cuando aprendí el idioma local nos pudimos comunicar mucho mejor y me enseñó mucho de las costumbres, historia y usanzas del pueblo bielorruso. Además de prevenirme de muchas estafas, asaltos, peligros y problemas que son recurrentes en estos lugares.
A la mañana siguiente luego de regularizar mi situación de extranjero en una dependencia estatal nos fuimos a Baranovichi. Un típico camino de ex - república soviética, autopista en buen estado con interminables abedules a los costados. A la vera del camino es usual ver autos estacionados con 3 ó 4 personas ubicadas en la parte posterior las cuales han tendido un mantelito multicolor en la maletera del auto e improvisan un picnic de huevos, pepinos, tomates y una suerte de tocino muy grasoso. La infaltable botella de vodka que es compartida entre todos y las risas y anécdotas son materia obligada en cada parada (los bielorrusos, ucranianos y rusos hablan y discuten todo el día, yo llegué a convencerme que no descienden de los primates sino de las cacatúas). Llegamos a la hora de almuerzo y nos fuimos directamente al lugar donde los peruanos desayunaban, almorzaban y cenaban. Un hotel antiguo, construido en la época de las Olimpiadas y que rezumaba vestigios de mejores épocas. Un viento caliente recorría la ciudad y se filtraba inmisericordemente por todas las ventanas del hotel. Poco a poco, a medida que me iba adentrando en las instalaciones del Hotel iba notando un murmullo creciente que al llegar al restaurante se convirtió en mis oídos en ensordecedora batahola. Como no podía ser de otra manera, 20 oficiales peruanos y 20 técnicos y suboficiales se encontraban en plena hora de almuerzo en un ambiente súper distendido y agradable. Todos saludaron muy correctamente y cuchicheaban acerca de mi presencia en el lugar. Encontrarse por esa época con otro peruano civil en esa ciudad era algo tan inusual como encontrar un carpintero honrado en estos días. Este grupo ya tenía un mes en la ciudad haciendo la fase preparatoria y se encontraban perfectamente aclimatados a la ciudad y a su gente. Como todo grupo viajero, ya estaban duchos en algunas palabras básicas que les servían para desenvolverse amén de contar con dos traductores disponibles todo el tiempo. Me presenté con el jefe del grupo, un comandante muy estricto que de arranque me saludó, me dio la bienvenida y me alcanzó un pliego de reclamos que además de cuestiones técnicas y administrativas comprendía aspectos relacionados con la seguridad, las relaciones con féminas locales y la comida que era francamente mala. Los encargados de coordinar estos asuntos en detalle eran dos capitanes tan jóvenes como divertidos; el Mono y el flaco Michael.
- Compadre, cuando haz llegado? (El Mono, relacionista público nro 1)
- Ayer en la tarde.
- Primera vez que vienes?
- Sí y la verdad que estoy más perdido que el bebé de Lindbergh.
- En una semana te acostumbras, la gente esta muy entusiasmada y a pesar de algunos inconvenientes las cosas estan caminando bien. Es cuestión que ahora que estas aquí estés encima de los rusos, estan acostumbrados al golpe, si no piteas y puteas ni se mueven.
- Lo de los cursos y las horas de vuelo no es problema, ya lo coordiné en Minsk y mañana se regulariza. Lo de los oficiales solteros que andan enamorando mujeres divorciadas no me incumbe en realidad y lo de la comida si me preocupa.
- Es una mierda cuñadito ( Directo, claro y siempre con una sonrisa, el buen Michael hacía su introducción)
- Pero que les dan, cosas malogradas?
- No, nos dan bastante, pero nada tiene sabor. El pollo parece que lo cocinan a dinamitazos, los tallarines siempre salen en bloques de ladrillos y encima les meten ketchup, la carne esta más dura que una suela y en las sopas puedes parar una cuchara al medio del plato de lo grasosas que estan. Del arroz ni te cuento, es un trancaculo que encima te rompe los dientes. (No se guardo nada Michael)
- Bueno, déjame hablar con la administradora y creo que esto lo podemos solucionar en forma paulatina.
Ese fue mi primer encuentro con el dúo dinámico. El problema de la cocina lo solucionamos con la ayuda de un cocinero cubano que era cheff de un restaurante español ubicado en Minsk. Lo contraté para que en tres días les diese unas clases rápidas a la gorda y su tribu de cómo cocinar mejor usando los mismos ingredientes e inclusive ahorrando aceite y electricidad. La carne ya era masticable, las sopas dejaron de ser resinosas, los pobres pollos fueron descuartizados de una manera más piadosa y el arroz salía más graneado y absolutamente comestible. (los Viernes salía hasta con sus alverjitas verdes).
A medida que transcurrían las semanas llegué a conocer a todo el grupo y cuando entramos en confianza no faltaron oportunidades para socializar.
- Cuñadito, tienes departamento en Minsk?
- Claro Monito, cáiganse el fin de semana, en Minsk, tengo dos cuartos libres y se pueden quedar allí si quieren.
- Sale, te caemos con Michael en próximo fin de semana.
Puntuales a la cita el Mono y Michael se aparecieron con dos oficiales más el fin de semana siguiente. Preparé gracias a mi librito “Que cocinaré” de Nicolini un tremendo chupe de langostinos y un lomo saltado que salió mofostro. Bien comidos y bien sazonados con unas cervezas oportunas nos pasamos una tarde sensacional recordando el Perú, las familias, anécdotas aeronáuticas y haciendo planes para la noche. Los dos amigos nuevos eran solteros y querían salir a una exclusiva discoteca llamada “Octubre” y que era la preferida de las mujeres hermosas y de los mafiosos de la ciudad.
Nos apuntamos todos y a las 9 en punto toda la trouppe estaba bien acicalada, vestida y perfumada para romper la noche de Minsk. Primer problema, pedir un taxi en ruso.
- Quien pide el taxi?
- Yo!!! gritó Michael,tomando el teléfono inmediatamente.
- Dobre viecher. Ja jachu adin taxi, panorama magazine voysiem chest,quartira piat, nar oktyaber discotek.(Buenas noches, quiero un taxi, edificio panorama 86, departamento 5,hacia la discoteca “Octubre”)
- Cheris piat minutechku(Dentro de cinco minutitos, la aflautada voz de la operadora telefónica)
- Skolka lyet? (Cuanto cuesta, cancherazo Michael)
- Zorak ruble (Cuarenta Rublos)
- Bolshoi Spasiba (Muchas gracias)
Todos nos miramos perplejos. Lo que me costó dos meses aprender Michael lo recito como una estrofa del himno nacional. Su presencia era indispensable para poder aproximarnos a las chicas locales que en su mayoría no hablaban inglés.
Llegado el momento nadie necesito del inglés, del bielorruso ni de Michael para entablar contacto con las chicas en la discoteca. Había una barbaridad de chicas lindas por doquier y no muchos hombres. Los mafiosos, con oro por todos lados, vestidos completamente de negro y con 4 ó 5 guardaespaldas alrededor de sus mesas. Los peruanos ya éramos conocidos en Minsk y Baranovichi y éramos respetados y cuidados pues nuestra presencia era importante para la economía local. Dábamos trabajo a más de un centenar de personas que trabajaban alrededor nuestro además de las divisas que ingresaban al país fruto del contrato. Los únicos problemas acaecían cuando algunos peruanos caían fulminados por la impactante presencia de chicas preciosas en lugares de diversión donde usualmente concurrían los fines de semana. A algunos locales no les simpatizaba mucho esta suerte de intercambio cultural y ya habíamos tenido más de un problema – con bronca incluida y lío en la comisaría – a causa de estos malentendidos.
Nuestros compañeros desaparecieron como por arte de magia. Con Michael nos instalamos en la barra y a la par de conversaciones ocasionales con gente ubicada en la barra nos pusimos a conversar de nuestras vidas en Perú. Me contó de su vocación aeronáutica, de sus múltiples experiencias como piloto y aprendí a traves de sus historias y anécdotas a conocer mejor la fisonomía de un militar pero sobre todo a entender la vocación de un piloto de combate. Un buen tipo, que duda cabe. Cuando ibamos por la enésima cerveza se acerca el Mono y casi susurrando, con una sonrisa fingida nos dijo a ambos:
- Hagan como que se van al baño y salen a la puerta. Cuando todos estemos allí salimos y nos quitamos corriendo.
- Pero Mono, todavía es temprano, replicó Michael.
- Vamonos carajo que se va a armar la grande.
Dicho y hecho. Salimos cuidadosamente y cuando traspasamos la puerta nos encontramos con los otros dos gallos. El Mono era el oficial más antiguo y eso se respeta dentro y fuera del cuartel. Empezamos a caminar apuraditos y cuando habían transcurrido 50 metros el Mono dio la orden:”Corran carajo!”.
Corrimos más rápido que Forrest Gump hasta alcanzar un taxi en donde nos metimos los 5. Llegamos al depa y personificando a Condorito, exigí una explicación:
- Que mierda ha pasado Mono?
- Nada, que las chicas que estaban bailando con nuestros amigos solteros eran de la mesa de uno de los mafiosos. Cuando las vio bailando mucho rato con ellas las mandó a traer con una seña y les dijo algo a un par de gorilas apuntando hacia nosotros.
- Pero le hacíamos la bronca pues, dijo uno de los gallos.
- Calla cojudo, arma la bronca, hazte el bacán y mañana amaneces abrazado a una llanta en el lago.
A partir de ese momento compartimos con el Mono y Michael muchas anécdotas y momentos buenos y malos con los dos amigos. Largas jornadas de entrenamiento, situaciones tensas durante los vuelos de prueba, más parrandas, más conatos de bronca, nostalgias interminables y un invierno brutal que ellos tuvieron la suerte de abandonar a inicios de Noviembre. La graduación de curso de los pilotos fue un detalle muy importante para ellos y el corolario de un esfuerzo muy grande que les costó muchísimo trabajo.
Cuando estábamos en el avión que los iba a llevar a la ciudad desde donde iban a embarcarse de regreso al Perú (e iba a recoger al nuevo grupo que llevaba) Michael me dijo algo que hasta ahora recuerdo con mucha nitidez:
- Bueno cuñadito, se acaba esta aventura que parecía no tener fin. Sabes, ahora que estoy a punto de regresar a Perú ya estoy comenzando a extrañar la ciudad donde hemos estado.
- Si quieres te cambio el ticket, le dije solícito.
- Ja, ja, ja, ja, todavía te quedan 5 meses. Aprovecha y viaja dentro de Rusia (cosa que hice aplicadamente) y de vez en cuando desenchúfate y lárgate a la civilización (cosa que también hacía algunos fines de semana).
- Me voy a San Petersburgo la próxima semana.
- Que suerte. Sabes que? A lo mejor cada uno va a tomar su propio camino. Me imagino que nos encontraremos en La Joya o en Chiclayo. De todas formas, creo que todos los que hemos compartido aquí tantas cosas en todo este tiempo hemos formado una amistad especial. Inclusive habían oficiales que no eran tan amigos y aquí se han forjado una verdadera camaradería. Igual te va a pasar a ti. Solo conocías a los coroneles y ahora te haz hecho amigo de todos los oficiales y técnicos. Puede que no los veas en años, pero cada vez que los encuentres, se van a decir hola sabiendo que compartieron un tiempo y un momento único. Ya vas a ver, te va a pasar.
Y asi fue. Al año siguiente nos reencontramos en Arequipa, Lima y Chiclayo en múltiples oportunidades. A veces los encuentros eran muy breves, en otras eran más extendidos y amplios. Siempre nos enviábamos saludos a traves del Mono a quien siempre veía profesional o socialmente.
A inicios del 2000 deje por completo las actividades relacionadas con la aviación y me dediqué en cuerpo y alma a mi nuevo rubro. Perdí el contacto con mucha gente hasta que hace poco me encontré en un restaurante de Barranco con el Mono. Ya es coronel y siempre estaba con la misma chispa y buen humor de siempre. Me comentó que se iba como jefe de operaciones de un ejercicio militar conjunto en Brasil y que Michael – que a la sazón ya estaba de comandante – era uno de sus pilotos.
Nos despedimos y le mandé muchos saludos para Michael. Quedamos en encontrarnos luego de mi viaje (a mediados de Septiembre) para almorzar con Rolo (uno de los gallos que termino casandose con una bielorrusa) y Michael.
Ayer en la mañana me enteré por los medios que un avión militar peruano piloteado por Michael se había estrellado. No se pudo eyectar a tiempo y perdió la vida en forma instantánea. No sé cuantos de sus planes se quedaron truncos, inclusive recién en el apurado velorio tendré la oportunidad de conocer a su familia. En este momento solo pienso en que uno de nuestros camaradas de peripecias se ha ido. Y tal como me lo dijo aquella vez, sin haberlo visto hace algunos años siento como si alguien demasiado cercano hubiese partido sin despedirse.
Los vínculos que hermanan a los seres humanos son a menudo inextricables y a veces es mejor dejarlos así, solo debemos constatar su existencia y saber que nos hace bien tenerlos y disfrutarlos. Donde quiera que estes Michael, ten la plena seguridad que siempre serás recordado como un buen amigo. Con el Mono y Rolo nos encargaremos que así sea.