Crónicas de lo que sucede alrededor nuestro y eventualmente de lo que sucede en mi interior.

A veces me he preguntado al borde de situaciones límite a las que nuestra realidad te empuja con frecuencia en que otro lugar me hubiera gustado nacer en vez del Perú. Cuando era más joven solía hacer sesudos análisis, sacaba estadísticas, miraba fotos, comparaba geografías, demografías y cocinas y evaluaba al detalle algunas posibilidades que me parecían interesantes. Una de las primeras opciones de nacionalidad alterna siempre fue
Cuando éramos niñoslos viejos tenían como treintaun charco era un océanola muerte lisa y llanano existía. Cuando tenía 8 años me llevaron a un campamento familiar. Mi reticencia a formar parte de rebaños desde pequeño me hizo entrar en trompo a las horas de haber llegado y el tema se agravó cuando le hice llegar el mensaje a mis padres que me recojan porque tenía algo urgente que decirles. Cuando el viejo llegó a recogerme no me preguntó nada y ya en el camino de vuelta a casa le solté la pregunta que nos atormenta durante cierta etapa de la niñez:” Que va a pasar cuando te mueras papá?”. El viejo entendió de inmediato la situación y me dijo con toda tranquilidad que todos nos tenemos que morir en algun momento pero que todavía faltaba mucho para eso. Esa semana que estuve sin hermanos en la casa fui absolutamente feliz; la casa, la disputada tele y mis viejos fueron exclusivamente mios .Nadie me los quitó ni me obligo a compartirlos.
Luego cuando muchachoslos viejos eran gente de cuarentaun estanque un océanola muerte solamenteuna palabra. La parca se volvió a presentar durante la infanto-adolescencia en múltiples formas. Un atropellado en la Av.Brasil despertó el morbo de toda la collera por ver (para casi todos por primera vez) un cadáver expuesto y sangrante. A esta escena perturbadora le siguieron varios velorios de personas mayores y sobre todo la trágica muerte de un amigo que se estrelló en su bicimoto. Más allá de las nociones familiares la calle se encargaba de aleccionarnos ejemplarmente sobre nuestra condición de mortalidad. Aunque el esplendor de la adolescencia nos hizo olvidar rápido esas lecciones tan pronto asumimos que la muerte no nos podía acaecer a nosotros en medio de tanto disfrute. Más que una simple palabra la muerte era una mala palabra.
Ya cuando nos casamoslos ancianos estaban en cincuentaun lago era un océanola muerte era la muertede los otros. Mi verdadera época de inmortalidad duró entre los 20 y los 35. Tabaco, alcohol, comidas, el cuerpo al límite, coches bomba, una estadía en Ayacucho de varios meses el `89, incontables viajes que acercaron mi mapamundi a lugares tan distantes como Puno y Siberia y no pocas turbulencias marítimas, aéreas y aterrizajes forzosos en todo tipo de transporte. Benedetti dice acertadamente que la muerte no solo era lo que le pasaba a los otros, nosotros en la práctica agregamos irreflexivamente que era lo que nunca nos iba a pasar a nosotros.
Ahora veteranosya le dimos alcance a la verdadel océano es por fin el océanopero la muerte empieza a serla nuestra. Hace dos semanas que estoy en permanente contacto con los frutos del trabajo de la parca por estos lares (en el mundo esta aún más activa pero no viene al caso analizar ese cambalache). Mi padre tuvo que ser llevado una mañana a emergencia del Hospital Rebagliati y lo fui a buscar en
- No tengo casa hijo, aquí por lo menos me van a dar comida caliente.
Me despedí como pude del señor y salí aturdido hacia
En los siguientes días el “taxi” estuvo más activo que nunca. El padre de una amiga de la universidad se fue el lunes pasado, el padre de un amigo de N cayó fulminado por un ataque cardíaco en plena cena de cumpleaños y delante de toda la familia hace un par de días y mi abuela que por un pelo casi se va a hacerle compañía al abuelo; creo que de a pocos estamos aprendiendo a coexistir en un mismo ambiente y con la mayor naturalidad con la parca.
Tendré que aceptar entonces (algun día había que hacerlo) que a medida que vamos a más velorios que bautizos hemos empezado a vivir en cierta forma al crédito. Que nunca fuímos inmortales sino más bien afortunados y que morir solo puede ser malo cuando no haz vivido ni amado lo suficiente. Aunque en realidad para morir debemos estar preparados desde el primer día de nuestra existencia el asunto esta en que sobre ese particular siempre nos encantará hacernos los cojudos pues eso de morir –como ya lo dijo alguien famoso-siempre lo dejamos para el ultimo.





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