El Urbanito

No sé como llegué al blog de Ana Lucía. Lo que si recuerdo es que de ahí salté al blog de su hermana, Maria Elena. Como en las viejas historias, contactas a una hermana,terminas conociendo a la otra y disfrutando de la amistad de ambas. Debo reconocer que además de la afición por el pollo a la brasa con Maria Elena nos une el interés por los temas relacionados con la explicación del comportamiento humano (el cual a veces esta más relacionado con el animal). Ella, desde su condición de psiquiatra ha contribuído a hacerme entender un poco mejor no solo el entorno que me rodea sino a la colonia de hormigas borrachas que se me sublevan a cada rato en la cabeza. Un día Maria Elena se cansó de esperar que abran una sucursal del Pardo´s Chicken en el tranquilo pueblito del norte de Alemania donde reside y de la mano del buen Sören decidió venirse a vacacionar a Lima y aprovechar la estadía al máximo arrasando con todos los plumíferos horneados, casandose por religioso y conociendo a este pollito,digo,a este pechito.

Me hubiese gustado colgar la foto que nos tomamos en la iglesia pero la Sra.Doctora todavía no me la pasa. De cualquier forma me queda el gusto enorme de haber compartido con ellos buenos momentos y de comprobar que la blogósfera sigue siendo un inagotable surtidor de gente simpática y valiosa. Ya de vuelta en Alemania Maria Elena sigue extrañando el pollo a la brasa, Sören extraña Polvos Azules y yo espero poder volverlos a ver pronto.

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Si a mi me hubiesen dicho a los 9 años que The Beatles venían a Lima a tocar en una imposible gira de reencuentro no sé cual hubiera sido mi reacción. A esa edad la única música que escuchaba era la de los Fab Four y lo hacía en forma cuasi clandestina pues a mi padre no le gustaba el grupo y proscribía -en forma inexplicable e imperdonable-su libre escucha en la casa. Luego fuí conociendo a otros grupos indispensables pero al igual que el primer amor, uno nunca olvida esa lealtad inicial a la música que forma la piedra angular del soundtrack de tu vida. Cuando nació el Panzón no le prometí ser un buen padre, darle lo mejor o tratar de ser siempre su amigo. Si me prometí más bien tratar de no incurrir en algunos dislates que no me gustó soportar durante la infancia y adolescencia y hasta ahora creo que el saldo va en azul. Nunca le he pegado una tunda , no le he prohibido nada y tampoco lo he obligado a nada salvo las tareas diarias que debe cumplir ( escuela,deberes,aseo y orden en la casa). Como ya lo he comentado nos une mucho la música y la afición por determinados grupos ,intérpretes y géneros; The Cure, Miki Gonzales, U2 ,Piazzolla, Rock en español de los 80´s etc.etc. y por supuesto los 4 grandes de Liverpool. Pero debo reconocer que su piedra angular no es la misma que la mía sino la constituye un grupo algo más contemporáneo:Soda Stereo. Tiene todos los discos, todos los videos, el poster pegado en la cabecera de la cama y se sabe todas las canciones de memoria. Hace dos domingos se fue al concierto del Estadio Nacional acompañado de mi sobrina y de su esposo y creo,sin temor a equivocarme, que tuvo su primer orgasmo. Si alguna vez comenté que asi como el Coronel Aureliano Buendía nunca olvidará la tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo y el Panzón jamás olvidaría el día en que conoció el Tacu Tacu de Otani creo que debo agregar que yo no olvidaré jamás la cara de felicidad que puso cuando supo que iría al concierto. Aunque mejor son sus palabras para describir la interminable felicidad:

-Daniel, vas a ir al concierto de Soda Stereo!

- De verdad Papi???????

-Si, ese es tu regalo adelantado de Navidad.

-Papi, eso es mejor que la Navidad.

Puta madre-pensé dentro de mí-ya se jodió la Navidad.

Hace un año le escribí una carta a Nikolaus (a.k.a.Santa Claus, Papa Noel o "Papanuel") pidiéndole varios deseos para familiares cercanos y amigos bloggers. Debería estarle más que agradecido al gordinflón pues en casi todos los casos se portó 10 puntos . Mandó salud, viajes, trabajos,bebes,novios y novias y creo que casi nadie de los que conformaban la lista se quedó sin recibir alguna gracia. Sobre dones malgastados u oportunidades perdidas no vamos a hablar hoy día, ese analisis le cabe hacerlo a cada uno en su cabeza o frente al espejo. Y sobre las cosas que me gustaría pedir este año creo que haré mutis por el foro, si algo he aprendido en este 2007 es que debo volver a cifrar mis esperanzas de bienestar profesional en el esfuerzo propio sin confiar en demasía en nadie.

Buscando algun mensaje navideño para compartir encontré este collage de imágenes con música de fondo de Jorge Drexler. La letra y la melodía son tan simples como sensacionales, si hay alguien que combina armonía e inteligencia ese es el uruguayo que hace poco estuvo en Lima. Y la composición de imágenes que le pertenece a un sr. llamado César Yarlaque puede verse algo naif pero creo que resume el espíritu esencial de la Navidad que celebra no solo el nacimiento de un niño sino el re-descubrimiento del que todos llevamos adentro.

Con esas imagenes quiero saludar también a todas las bloggeras que este año han tenido la suerte de ser madres debutantes. Incluyo también a las que armadas de paciencia estan a la espera de culminar el embarazo y por supuesto a las que persiguen sin desmayar el logro de poder ser madres por primera vez. Les doy un abrazo a todos(as) los(as) que me han brindado la oportunidad de seguirlos acompañando a lo largo de este año. No tengo la magia de Drexler para guardar vuestra sonrisa en el salvapantallas pero créanme que me las he ingeniado para llevarlos a todos siempre en un lugar preferencial de esa viejita unidad vecinal llamada corazón.

En estas épocas donde la gente aspira a perfeccionar a cualquier costo su imagen puede sonar a un despropósito el ponerse a pensar en cual es la parte de nuestro cuerpo que más nos gusta. Queremos que los kilos nos abandonen, que nuestra nariz sea más respingada, que el pelo no se nos caiga y que la gravedad y el paso del tiempo nos den un respiro para sentirnos bien. O mejor dicho, que los demás se sientan bien viéndonos a nosotros.

Muy pocas son las personas que se pueden considerar satisfechas a plenitud con los atributos con los que vinieron al mundo. Menos aún son las que asumen sus imperfecciones naturales con buen humor e inteligencia y se preocupan más bien en cultivar otros aspectos personales que hacen que los demás no focalicen su interés en el exterior sino en otro tipo de virtudes interiores. Todos en mayor o menor medida hemos sido en algun momento de nuestras vidas esclavos del culto a la apariencia. Con los años morigeramos nuestras pretensiones y nos damos cuenta que el verdadero placer radica en paladear el interior del fruto y no la cáscara (sonó medio gay esa reflexión no?) y establecemos nuestras prioridades en base a criterios menos subjetivos.

Pero al margen de lo mucho o poco que nos preocupe nuestro aspecto exterior siempre le tenemos cariño a alguna parte especial de nuestro cuerpo ya sea por alguna experiencia agradable que nos ha procurado(o nos sigue procurando) por que fueron la parte preferida de alguien a quien quisimos mucho o porque simple y llanamente son anatómica y estéticamente partes apetecibles y bien hechas. Ayer cuando terminaba de hacer mi recorrido en el pentagonito me puse a observar a algunos de los corredores y uno reconocía fácilmente que era lo que más les incomodaba o de que exceso se querían deshacer. Llegando a casa me quité la ropa sudada y me observé un buen rato en el espejo. No había nada nuevo en apariencia pues la autocomplacencia es el primer sentimiento que aflora a la hora en la que nos toca ser juez de nuestras propias imperfecciones. Dándole una segunda oportunidad a la verdad comprobé que los brazos andan algo magros, los pectorales no son los mismos de los días de campeonatos de planchas, la gorra se sigue destejiendo en forma lenta pero segura y que todo se va deteriorando de manera implacable. Tenía que encontrar algo que pudiese observar con satisfacción y que pudiese ser elogiable por otras personas. No encontré nada especial y si descubrí –para tranquilidad mía- que los años no solamente nos envejecen sino también nos ayudan a aceptar mejor nuestras imperfecciones y a olvidar el carácter perecible de lo que alguna vez nos enorgulleció.

La ducha me refrescó las ideas y avivó el debate interno. Que es lo que me gusta más de mi cuerpo? Porque lo tengo que pensar ahora, a los 40 años? Acaso ya me contagié del espíritu en boga que privilegia el aspecto exterior por encima de cualquier otro? Tengo que hacer un encuesta a las personas que me rodean empezando por N?

El repentino cambio de temperatura del agua me ayudó a aclarar mejor el panorama. Decidí que tengo dos partes favoritas e insustituibles que no las cambiaría por nada. La primera son mis piernas. No voy a abundar en detalles anatómicos de grosor, volumen o musculatura, solo diré que les agradezco el haberme permitido correr, nadar, practicar varios deportes y el haberme llevado con bastantes bríos a lugares donde nunca pensé llegar. Nunca se han roto, fracturado ni han necesitado ningun tipo de cirugía, digamos que han soportado con admirable fortaleza todo el uso y abuso que les he propinado durante estas 4 décadas.

Lo segundo es más simple de describir. La otra parte que me gusta más de mi cuerpo es mi cabeza. No es una cabeza griega, tampoco califica para competir con un busto romano, es más bien algo tosca, grande y bastante desproporcionada. Y porque me gusta tanto entonces? Por una razón muy simple, porque me ha sabido llevar…adonde no me pudieron llevar mis piernas.